En el fútbol argentino, el choque de ideologías entre Tapia y Macri pone en juego el alma de los clubes

Por Contadora Antonella Amaranti


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En el epicentro del fútbol argentino, la Asamblea General Ordinaria liderada por Claudio Tapia, presidente de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), se convirtió en un escenario de confrontación ideológica con Mauricio Macri, defensor acérrimo de las Sociedades Anónimas Deportivas (SAD). Este debate trasciende las paredes de la sede y se adentra en la esencia misma de los clubes, donde los representantes de las instituciones deportivas manifestaron su rechazo unánime hacia la implementación de las SAD.

La discusión sobre las SAD en el fútbol argentino no es nueva, remontándose a la década de 1990 durante el gobierno de Carlos Menem. Sin embargo, la AFA ha sido exitosa en frenar estos proyectos en el Congreso, preservando la particularidad de los clubes argentinos, a los cuales se les confiere una función social, cultural y de promoción del deporte, roles que en otros países son responsabilidad del Estado.

Los críticos de las SAD sostienen que estas sociedades comerciales persiguen beneficios económicos, mientras que los clubes, bajo su estructura actual de asociaciones civiles sin fines de lucro, buscan ganancias para cumplir con sus objetivos sociales. Las experiencias negativas de clubes como Racing, San Lorenzo, Ferro y Quilmes, cuando permitieron la entrada de capitales privados bajo el "gerenciamiento", siguen frescas en la memoria colectiva.

La distinción entre un club como Asociación Civil y una Sociedad Anónima Deportiva es crucial. En las asociaciones civiles, los socios conforman la entidad sin dueños ni accionistas, todos con los mismos derechos regulados por el Estatuto del club. En cambio, una SAD puede tener uno o varios dueños, permitiendo la venta o transferencia del club, alejándose de la estructura tradicional.

A nivel global, Uruguay y Brasil adoptaron las SAD como opción, mientras que en España, su proliferación responde a exigencias legales y cambios en la industria deportiva. La tendencia de aprovechar diversas fuentes de ingresos, como la venta de camisetas y publicidad en el estadio, ha llevado a la especulación por parte de algunos inversores.

En el debate sobre SAD versus Asociación Civil, es crucial comprender que la forma legal no determina la calidad de la administración. La regulación adecuada se presenta como el baluarte necesario para evitar abusos y preservar la esencia de los clubes. La llamada a evitar la "privatización" no es del todo precisa, ya que los clubes son propiedad de los socios, una entidad privada aunque colectiva.

En última instancia, la creación de una Sociedad Anónima Deportiva no es intrínsecamente negativa; el desafío radica en la responsabilidad de los inversores con poder de decisión. La clave está en encontrar un equilibrio a través de una regulación eficaz que salvaguarde la identidad y los valores fundamentales de los clubes, garantizando que el corazón del fútbol argentino siga latiendo en manos de quienes lo aman verdaderamente: los socios.

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