Los desmedidos aumentos en las prepagas: ¿crisis de salud o abuso empresarial?

En los próximos meses se sentirán los aumentos.
Por: Martín Terriaca


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En los últimos meses, el bolsillo de los argentinos ha sido golpeado sin piedad, y uno de los principales actores en este embate ha sido el sistema de medicina prepaga. Las empresas de este sector han comenzado a comunicar aumentos en las cuotas para el mes de noviembre, con subas que oscilan entre el 3,9% y el 6,9%, superando en algunos casos al índice de inflación mensual, que en septiembre alcanzó un 3,5% y se estima una cifra similar para octubre.

Este ajuste, que marca la quinta suba consecutiva desde que la justicia levantó la cautelar que impedía que los aumentos superen la inflación, pone en evidencia un problema que afecta tanto a la economía familiar como al acceso a la salud. La decisión de las empresas de medicina privada de desatarse de la variación de precios oficial a partir de julio ha generado un descontento generalizado entre los afiliados, quienes ven cómo sus ingresos se erosionan mes a mes, mientras que los servicios médicos se encarecen de manera desmedida.

La pregunta que debemos hacernos es: ¿qué tan justificadas están estas subas? Si bien es cierto que el sistema de salud enfrenta sus propios desafíos —como el aumento de los costos operativos, insumos y medicamentos—, resulta preocupante que el porcentaje de los ajustes en las prepagas supere recurrentemente la inflación, en un contexto donde la economía de los hogares ya está en crisis.

El hecho de que estas empresas puedan decidir sin restricciones sobre los aumentos en sus cuotas deja en una situación de indefensión a los afiliados. La salud, un derecho humano básico, está siendo mercantilizada de manera creciente, y el impacto de estos incrementos no solo golpea a quienes ya están dentro del sistema, sino también a quienes aspiran a acceder a un servicio de salud de calidad, y que ven cada vez más lejos esa posibilidad.

No podemos dejar de preguntarnos si este ajuste responde exclusivamente a la necesidad de las prepagas de mantener su viabilidad o si estamos ante una estrategia que busca maximizar las ganancias, aprovechando un vacío regulatorio que prioriza los intereses de las empresas por sobre los derechos de los ciudadanos. En este sentido, urge un debate público profundo sobre la regulación del sector, que contemple no solo la estabilidad financiera de las empresas de salud, sino, sobre todo, el acceso justo y equitativo a la atención médica.

En un país donde la inflación es un tema central de preocupación, el aumento desproporcionado de las prepagas refuerza la sensación de que los grandes sectores empresariales tienen la capacidad de protegerse e incluso beneficiarse en tiempos de crisis, mientras que la clase media y los sectores más vulnerables quedan expuestos a un sistema que, en lugar de priorizar su bienestar, parece estar más preocupado por su propio rédito económico.

Es fundamental que el Estado intervenga con una política más estricta en cuanto a la regulación de los precios de los servicios de salud privada. No se trata de desestimar los desafíos que enfrentan las prepagas, sino de equilibrar las cargas, para que la crisis no sea una excusa para incrementar las desigualdades en el acceso a la salud.

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